En este espacio cada estereotipo ciudadano tiene su lugar. No me voy a reír de ellos, sino con ellos y vos podes prestar tu risa

lunes, 2 de abril de 2012

SERIE GRANDES ACTORES DE LA SOCIEDAD III

En esta entrega: Arquímedes Falsioni


Arquímedes Falsioni nació y se crió en el viejo barrio de Pichincha. Jamás se supo donde murió (el viejo barrio de Pichincha esta cruzado por innumerables zanjones), pero eso no oscurece su leyenda.
Dotado de un discurso sin igual, supo desentrañar los entre telones del contexto histórico que le tocó en suerte vivir. De no haber sido por su extinción física –insisto, aún no se sabe donde, cuando ni como sucedió-, hoy ocuparía un lugar de privilegio en el podio reservado para esos hombres que modificaron la existencia de la humanidad. Nadie se puede olvidar y, menos aquellos que tuvimos la suerte de conocerlo, de su impronta; de su forma de ver las cosas y por supuesto, de su reflexiva alocución.
Cuando el arqui –así se hacía llamar, generando en la masa la confusión con una profesión que personalmente le era muy esquiva- se adueñaba de la tribuna, su retórica envolvía a los oyentes dejándolos extenuados…en la incomprensión. Secretamente le decíamos “El Mudo” Falsioni, no como contrapartida a su facilidad de palabras, sino por el cúmulo de frases que nada decían y que resultaba, al final, lo mismo que si no hubiera hablado.
Escribiendo estas líneas como humilde homenaje, recuerdo un momento álgido en la disputa de poder que siempre caracterizó al  barrio de Pichincha. En esa oportunidad el Oreja Gutiérrez había osado pasearse por el barrio con la casaca del glorioso Velocidad y Resistencia apenas horas después del triunfo ante el rival de toda la vida, Buen Orden. Provocación de esa naturaleza se pagaba con la vida y así se lo hizo saber el Zurdo Zireta conminándolo a deponer su actitud provocativa. Fueron tensos segundos de intercambios de epítetos (en su mayoría recordatorios de orígenes familiares), cuando Falsioni terció en el enfrentamiento y dijo: “Muchachos, La Paz la encontramos en Bolivia y todo conflicto tiene lugar cuando una de las partes intenta imponer su propia voluntad sobre la de la otra…o viceversa.” Nadie entendió un corno y el conflicto se relajó. “El Mudo” generaba eso.
O como en aquella oportunidad en que se encendió en un acalorado discurso pro ferroviario y subido al vagón de cola del convoy que lo llevaba a la ciudad de San Miguel de Tucumán, arengaba a la juventud para que utilizaran como medio de trasporte el taxi por ser más limpio, rápido y seguro. Son cosas que tenía Arquímedes y que nadie podía olvidar (de hecho muchos suponemos que esa falta de olvido fue el sustrato de su desaparición).
Lo que me propongo, estimada lectora-estimado lector, es rescatar de los oscuros laberintos de la historia a este tipo de personajes que, nadie puede dudarlo, han dejado huellas imborrable en la humanidad; que con su accionar nos dejan marcas indelebles en el corazón y que su paso por esta vida muchos quisieran imitar; pero que por esas cuestiones propias de quienes escriben la historia oficial no forma parte del catálogo de próceres. 
Que duda podemos tener de “El Mudo” Falsioni defendiendo los valores tradicionales, anteponiendo ante todo la sagrada constitución de la familia… más allá de aquella que nos albergó a sus seguidores cuando supimos que tenía una doble vida y que prontamente disipamos cuando se pudo demostrar que no eran dos vidas aparentes, sino tres (fue un acertado movimiento estratégico de “El Mudo”: dos vidas generan duda, pero la triduda no existe). 
Lo cierto es que Falsioni no ha desaparecido; fiel a su personalidad debe de andar encubierto, mimetizándose como el camaleón entre los nuevos paradigmas de discusión; generando nuevos proyectos –personales pero de contenido colectivo- en alguna academia de barrio. Y lo digo y lo sostengo, no solo porque nunca se supo donde, cómo y cuando desapareció, sino porque hoy en día son muchos –o al menos un número importante- los que parecen ser alumnos de Arquímedes Falsioni, a los que les conocemos dos, tres y hasta cuatro vidas paralelas; o que son grandes defensores de la legalidad mientras tienen en negro a sus empleados; o aborrecen desde el púlpito el matrimonio igualitario a la par de mantener en la intimidad conductas rayanas con lo que aborrecen. La impronta de las enseñanzas de Falsioni no pierde vigencia, por el contrario, suma día a día más adeptos y cultores.   
Un beso en la frente.

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