La
Condesa De Loreto
Fiel a la costumbre de rescatar
a esas personas que han contribuido al engrandecimiento de la sociedad y que
por motivos oscuros, a veces indescifrables, los libros de historia se niegan a
darle un espacio; hoy les traigo la historia de la Condesa De Loreto, de quién,
además, soy amigo.
María Concepción Eduviges Feliz
Cleo Adelecia Dafrosia Zumalacarregui Dufour Palomino y Compostizo, Condesa De
Loreto.
Se discute el origen de su
título de nobleza; en realidad, nobleza obliga discutir su título. Hay quienes
sostienen que el título lo debe a la fortuna de su acaudalado primer esposo, Don
Loreto, un señor mayor dueño de un emporio de papel picado en época en que el
carnaval era una verdadera fiesta popular (y no como hoy que resulta un simple
restablecimiento de feriado). Se cuenta que este buen hombre, hábil en los
negocios, amasó su fortuna vendiendo siempre el mismo papel picado que recogía
del suelo una vez terminada la fiesta. Fallecido el magnate y con la fortuna
heredada, María habría comprado el título de Condesa a un pícaro mercader de
títulos y textiles que la visitaba los fines de semana en su casa, anexándose,
luego, el apellido de casada. Otra tesis bucea en un pasado non santo de esta
envidiable mujer. Recuerdan la existencia del exquisito prostíbulo Loreto,
punto turístico de referencia de la localidad Estación El Gaucho, donde esta
dama era la atracción principal del show (según supieron reconocer ciertos
visitantes) bajo el seudónimo artístico La Condesa.
Como todo en la vida no es
blanco ni negro, sino gris (famoso desarrollo teórico de la Universidad
Ecléctica de Bombal); es entonces que ambas hipótesis sobre los orígenes de su
título no están muy alejadas de la verdad. Yo que la conozco bien puedo afirmar
que su título proviene de su familia, dueña del Condado de Loreto, ubicado en
el centro geográfico de la provincia de Santiago del Estero y, acá está el roce
entre ambas hipótesis, famoso por ser la Capital Nacional del Rosquete y Sede
del Festival del Rosquete que se celebra durante el mes de febrero.
Mi acercamiento a esta dama fue
a través de su segundo esposo, Nicanor Bouteller; famoso piratón de aguas
dulces y bomvivant de la Isla El Espinillo. Fuimos presentados en oportunidad de
un extraordinario evento gastronómico, organizado por La Condesa, para recaudar
fondos para la Fundación Los Pibes Descalzos, que ella preside.
La vida de esta Gran Señora
siempre estuvo referenciada por el amor a los demás; el prójimo necesitado ha
sido siempre su desvelo, convirtiendo su propia vida en un derrotero de
altruismo. Incansable en la lucha por los más necesitados, sus actividades
constantemente apuntaban a recaudar fondos (muuuuchos fondos) que luego su
Fundación distribuía en caridad. Por ejemplo: aquella comilona en la que la
conocí, a la que asistieron alrededor de mil personas entre importantes
empresarios, políticos y descollantes personajes de la farándula y cuya tarjeta
tuvo un valor de $ 1.000; sirvió para que su Fundación le diera de comer arroz
con menudos (que fueron donados) a cerca de diecisiete chiquitos de la calle.
Recuerdo su cara, emocionada, recorrida por algunas lágrimas, al ver como esos
chicos devoraban ese plato apenas tibio. Recuerdo, también, aquella fuerte
interpelación al ministro, recordándole que los sin techos que vivían en el
viejo galpón del ferrocarril debían ser considerados con dignidad; yendo ella
misma, en persona, con hermosas y coloridas cortinas entre sus brazos hasta el
viejo galpón, para adornar sus ventanales (algunos sin vidrios) y hacer un poco
más colorida la vida de esa pobre gente.
Su hija, la Infanta Blanca
Bouteller Zumalacarregui Dufour Palomino y Compostizo (pudieron anotarla con
tantos apellidos porque tienen un amigo en el Registro Civil), que empieza a
dar sus primeros pasos, despunta el mismo vicio que su madre. Pequeña y
angelical, se sacó de su preciosa boquita el caramelo que estaba chupando y me
lo extendió adorablemente con su delicada manecita (claro, previo haber visto
que su madre acababa de servir unos riquísimos bombones). De tal palo, tal
astilla; eso es muy bueno porque seguramente será la continuadora de la
importante obra que viene realizando su progenitora.
La última vez que la vi compartimos
una frugal cena en su piso exclusivo con vista al río e indignada –y hasta
dolida diría yo- me dice: Golber, estoy cansada. Ahora me acusan de lavar
dinero con mi fundación. Solo pude responderle que la gente es mala y comenta.
Cualquier parecido con alguien
que usted conozca, es eso: un parecido.
Nos vemos.
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