Pensando
en comprarme un vehículo y en el interrogante social por no tener auto, seguí
pensando en mis necesidades urbanas: ¿es tan necesario que me compre un
vehículo cuando aún no tengo casa propia?
Hace unos días pensaba que me tengo que comprar un vehículo. La verdad, es que se necesita un vehículo en la ciudad, te da libertad de movimiento. Pero más allá de esa libertad, necesito un vehículo para dar respuesta a la gran inquisición social: ¡cómo!, ¿no tenés un auto?; ¿cuánto hace que trabajás acá?
Pensé…pensé…luego
existí. En realidad por estas tierras primero se existe y después se piensa (se
piensa como pagar esa existencia), entonces decidí que es mejor comprar el
vehículo que ahorrar para una casa. La casa no se ve si nadie me visita; en
cambio con un vehículo me paseo por toda la ciudad mostrando mi opulencia a esa
miserable gente que debe trabajar todo el día para apenas sobrevivir.
Entonces,
reflexionando y pensando, decidí que lo mejor es comprarme una 4x4. Como me
habían dicho que era raro que después de tanto tiempo en la isla (sí, vivo en
una isla; por eso es tan importante un vehículo) no tuviera un auto, yo pensé
–viendo a mis compañeros motorizados- que por trabajar en el Estado (sí, las
islas también tienen Estado) me lo daban; así que, decidido, me fui corriendo a
una agencia de autos.
En
la agencia me atendió un muchacho –muy amable- al que le presenté toda la
documentación que acredita mi relación de dependencia con el Estado, y le dije:
“Quiero ESA 4x4”, señalando indiferente una camioneta del montón; a lo que me
respondió –amablemente- dándome el precio y las distintas formas de pago. ¿Cómo
–le dije- no me la regalan por hacer tanto tiempo que vivo en la isla y trabajo
para el Estado Isleño? ¿El Gobierno no me da una camioneta? ¿Para qué gobiernan
los políticos, entonces? El muchacho –insisto, muy amable- sonrió y yo supe que
había caído en un error y me sentí un boludo (lo lógico es que el político se
dedique a “cosas más serias” como gobernar sin corrupción –se acuerdan de….-
que preocuparse por los que no tenemos vehículos).
Tal
cual como había entrado, salí corriendo de la agencia –acción natural de aquel
que no tiene camioneta- y me fui al trabajo a hablar con la gerencia de RR.HH.
(qué bárbaro, ahora los humanos somos recurso) y les pedí un adelanto de
sueldo, amparado en mi completa y absoluta disposición y constricción al
trabajo (va…en mi obsecuencia). Luego de dos horas y media de discusión acerca
de definir los nuevos términos de obsecuencia, de mala gana accedieron a mi
solicitud.
Plata
en mano, frente bien alta, sacando pecho; volví a la agencia y me compré la
4x4. Usada, por su puesto. Con el dinero que me adelantaron no me alcanzó para
una cero. En realidad la plata no me alcanza para nada –aún con dos trabajos-;
entre el alquiler; el crédito que saqué el año pasado para pagarme las
vacaciones de enero de este año; el otro crédito que saqué para pagar la mitad
del primero y comprarme el LCD 42’’ en el que veo solamente los partidos de fútbol
(y solamente por partida doble: porque es lo único que veo –prácticamente estoy
todo el día afuera trabajando y no tengo cable porque no me alcanza la plata- y
los veo solo porque no invito a nadie a mi casa); la ropa –de marca, lógico,
que es la única que queda bien- y algún que otro gasto cotidiano; apenas si me
alcanza para comer (menos mal que el estómago se acostumbra al arroz y las
verduras).
Pero
todo ese sufrimiento bien vale la 4x4. Ahora me paseo por la ciudad; mis
compañeros de trabajo dejaron de mirarme con desprecio y empiezan a admirarme
por mi crecimiento económico –vos sí que andás bien, me dicen- y la vecinita de
enfrente ya me sonríe.
Qué
bueno. Ahora voy a disfrutar de mi nuevo status social. Hasta luego.
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