En este espacio cada estereotipo ciudadano tiene su lugar. No me voy a reír de ellos, sino con ellos y vos podes prestar tu risa

martes, 6 de marzo de 2012

LO MAL QUE SE VIVE…LO BIEN QUE SE ESTÁ


Pensando en comprarme un vehículo y en el interrogante social por no tener auto, seguí pensando en mis necesidades urbanas: ¿es tan necesario que me compre un vehículo cuando aún no tengo casa propia?




Hace unos días pensaba que me tengo que comprar un vehículo. La verdad, es que se necesita un vehículo en la ciudad, te da libertad de movimiento. Pero más allá de esa libertad, necesito un vehículo para dar respuesta a la gran inquisición social: ¡cómo!, ¿no tenés un auto?; ¿cuánto hace que trabajás acá?
Pensé…pensé…luego existí. En realidad por estas tierras primero se existe y después se piensa (se piensa como pagar esa existencia), entonces decidí que es mejor comprar el vehículo que ahorrar para una casa. La casa no se ve si nadie me visita; en cambio con un vehículo me paseo por toda la ciudad mostrando mi opulencia a esa miserable gente que debe trabajar todo el día para apenas sobrevivir.
Entonces, reflexionando y pensando, decidí que lo mejor es comprarme una 4x4. Como me habían dicho que era raro que después de tanto tiempo en la isla (sí, vivo en una isla; por eso es tan importante un vehículo) no tuviera un auto, yo pensé –viendo a mis compañeros motorizados- que por trabajar en el Estado (sí, las islas también tienen Estado) me lo daban; así que, decidido, me fui corriendo a una agencia de autos.
En la agencia me atendió un muchacho –muy amable- al que le presenté toda la documentación que acredita mi relación de dependencia con el Estado, y le dije: “Quiero ESA 4x4”, señalando indiferente una camioneta del montón; a lo que me respondió –amablemente- dándome el precio y las distintas formas de pago. ¿Cómo –le dije- no me la regalan por hacer tanto tiempo que vivo en la isla y trabajo para el Estado Isleño? ¿El Gobierno no me da una camioneta? ¿Para qué gobiernan los políticos, entonces? El muchacho –insisto, muy amable- sonrió y yo supe que había caído en un error y me sentí un boludo (lo lógico es que el político se dedique a “cosas más serias” como gobernar sin corrupción –se acuerdan de….- que preocuparse por los que no tenemos vehículos).
Tal cual como había entrado, salí corriendo de la agencia –acción natural de aquel que no tiene camioneta- y me fui al trabajo a hablar con la gerencia de RR.HH. (qué bárbaro, ahora los humanos somos recurso) y les pedí un adelanto de sueldo, amparado en mi completa y absoluta disposición y constricción al trabajo (va…en mi obsecuencia). Luego de dos horas y media de discusión acerca de definir los nuevos términos de obsecuencia, de mala gana accedieron a mi solicitud.
Plata en mano, frente bien alta, sacando pecho; volví a la agencia y me compré la 4x4. Usada, por su puesto. Con el dinero que me adelantaron no me alcanzó para una cero. En realidad la plata no me alcanza para nada –aún con dos trabajos-; entre el alquiler; el crédito que saqué el año pasado para pagarme las vacaciones de enero de este año; el otro crédito que saqué para pagar la mitad del primero y comprarme el LCD 42’’ en el que veo solamente los partidos de fútbol (y solamente por partida doble: porque es lo único que veo –prácticamente estoy todo el día afuera trabajando y no tengo cable porque no me alcanza la plata- y los veo solo porque no invito a nadie a mi casa); la ropa –de marca, lógico, que es la única que queda bien- y algún que otro gasto cotidiano; apenas si me alcanza para comer (menos mal que el estómago se acostumbra al arroz y las verduras).
Pero todo ese sufrimiento bien vale la 4x4. Ahora me paseo por la ciudad; mis compañeros de trabajo dejaron de mirarme con desprecio y empiezan a admirarme por mi crecimiento económico –vos sí que andás bien, me dicen- y la vecinita de enfrente ya me sonríe.
Qué bueno. Ahora voy a disfrutar de mi nuevo status social. Hasta luego.

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